Con dos elaboraciones muy especiales, la bodega Chozas Carrascal, lanza Anma Tinto y Anma Blanco, dos vinos denominados de Finca, adscritos a la DOP Utiel-Requena dónde la segunda generación de la familia López-Peidró tiene mucho que ver.
Garnacha y Syrah en el tinto y Garnacha blanca en el blanco son las variedades que Julián y Maria José han elegido para deleitarnos con estos fabulosos vinos. Trabajados a conciencia y con una meticulosa selección en las parcelas de dónde provienen, los vinos Anma tienen un sello personal que los identifica como muy diferentes del resto de elaboraciones de la bodega.
Anma Tinto se elabora en tinas de hormigón tronco-cónico de 10.000 litros donde realizan la maceración y posterior fermentación alcohólica, pasando a fudres de roble francés de 5.000 litros durante 10 meses.
Anma blanco, tras una maceracón pelicular, pasa a fermentarse en depósitos de acero inoxidable en los que permanece de 3 a 4 meses junto con sus lías, para posteriormente relizarán un a crianza en fudres de roble de 5.000 litros durante al menos 6 meses.
Los vinos se presentan en botellas bordelesas de cristal grueso y con unas etiquetas sobrías pero a la vez sugerentes, identificando a la variedad tinta con una etiqueta naranja y el blanco con una etiqueta color arena, ambas con una textura en dorado que parecen representar la cartografía de la finca, con la delimitación de las parcelas y con puntos simulando las diferentes plantaciones de cepas.
En la cata, Anma Tinto 2017, sólo el color rojo picota y su intensidad denotan que estamos, a priori, ante un vino muy poderoso, de capa muy alta y una lágrima bastante densa. La nariz es intensa, fruta roja compotada, como cerezas, grosellas e incluso arándanos muy maduros, es cierto que también hay un fondo especiado, con recuerdos pimienta negra, también hay notas de mina de lápiz, pero siempre predominando la fruta.
La evolución en copa es pausada, pero nunca deja de perder peso la fruta a pesar de que aparecen también balsámicos que hacen del vino complejo y elegante.
En boca nos sorprende, porque a pesar de sus 14'5% de alcohol, entra con redondez y finura, es amplio, se notan los mentolados, el postgusto es largo y tiene una profundidad que permanece recordando esos aromas secundarios como los especiados y tostados. Estamos ante un vino muy mediterráneo con un corte que recuerda a vinos de la Provenza francesa, pero indiscutiblemente con un terroir muy nuestro, como es el de Requena, donde se ubica la parcela.
Anma Blanco 2019 se nos muestra con un color blanco con reflejos dorados, con bastante glicerina y que a copa parada nos va contando sensaciones mas dulzonas, con recuerdos a flores blancas de jardín mediterráneo, presencia de cítricos y sobre todo ese final de fruta de hueso, apenas se notan tostados, fruto de la crianza en madera.
Nos sorprende en boca por su cremosidad y frescura, tiene estructura y perfectamente nos puede acompañar pescados e incluso carnes a la brasa poco magras, pues su paso por boca es limpio y refrescante. En el postgusto permanece bastante presente y nos da notas de terruño con un final algo salino.
La conclusión es que estamos ante dos perfectos anfitriones en la mesa que nos pueden acompañar en platos contundentes, Anma Tinto, y también ligeros, Anma Blanco, e incluso combinar aperitivos y segundos contundentes sin perder la esencia de vinos mediterráneos y a la vez elegantes. Perfecto el trabajo en bodega y muy recomendables para los amantes de vinos complejos y disfrutones.